Harta de asistir ya tantas veces a mi propio funeral,
Abrazando el
sollozo y la quimera que bailan juntos al compas de un lápiz mordido,
Dos finas cáscaras
de naranja se separan para divisar la realidad
Y encontrar un
cuadro volcado con un dorado chismoso que se mete en donde nadie lo llamó,
El zenit en el
cuenco no encontró su propia excavación.
Vuelve y se va el
columpio azul de mi parque, haciendo ruidos detestables
Desgastando su
propio metal, hasta dejarlo sin color,
Aparenta brillo,
pero pasaron los años y noté algo extraño,
Anduve todo este tiempo elevándome, entre peldaños enormes,
Resbalando y volviendo a subir….
Me surge la idea
de caminar esclavizada por el yugo del lamento y lo hago,
Siento la desgarradora
amenaza de aquel árbol cortado cuando un crio corre sin ver.
Paciente espero
en esta vereda, viendo ya, cinco caídas
de niños de este modo,
E impotente, por
la impenetrable barrera que no me deja cruzar…
Y hoy llegó en
forma de aguacero de Abril ese escarabajo verde,
Recorriéndose
entre mis dedos;
Dejando mi manos
mojadas…
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