Como ahogar peces en su propio mar

Una tarde más me he visto en el espejo,

pienso ser solo un reflejo imperfectisimo en la sociedad,

como una vela me derrito, pero siento frío

como una vela, me siento vieja...

Interrumpibles son mis pasatiempos en poesía,

pero qué más da, no existe ruido o silencio alguno que se preocupe por interrumpir,

me alumbra solo un foco viejo y un escritorio maltratado cada día de mi vida

y aunque los diga suficientes, la mentira no me cabe en la boca, ni en los ojos.

Debo hacer algo porque no quiero pensar en el resto,

en todo aquello que introduce mi ego en un abismo escalofriante,

entonces encuentro la ataraxia y le hago el amor con cuanta pasión infinita,

con tanto gusto, para que mis ojos ya no marchiten...

Invento compases en mis susurros y espiraciones

y los entono ligeramente, para que no se noten en los tiempos cúspide

como dejar volar pájaros de uno en uno, 

como ahogar peces en su propio mar...

Pensé que volaba libre y encantadora por el cielo rosa pálido,

me decía soñadora iluminada y bendita,

pero no hice nada más que estremecer mis pies entre el fango, cada vez más hondo,

cada vez más blando...

Margaritas, girasoles, todos me vieron caer,

y yo primaveral pequeña fui perdiendo el color,

trepando esa escalera con peldaños tan altos,

perdiendo la vida...

Ubico mis manos bien apartadas del corazón,

ubico mi frente bien abajo, 

para no tener que ver esta realidad sollozante,

tan tenue...

No tengo por qué esconder mis emociones,

pero tampoco tengo por qué mostrarlas,

pues carezco de interés en mis proyecciones

y también de audiencia a quien recitarle...

Busco y no encuentro, busco y no encuentro,

y resbalo,

escribo y no vivo, escribo y no vivo,

y resbalo.

Me tienta el pasado, me quiere, 

quiere que me inmiscuya nuevamente entre mis fantasías,

me persigue, me presiona, me grita que le escuche,

me dice fríamente que vuelva a por esos días, días grises.

Tomo pausas, fumo, me alcoholizo

¡luego veré las consecuencias que hoy no me importa nada!

me aterro, sonrío, lloro, camino y descanso,

que más da, si al final terminaré en el mismo absurdo inicio.

Llueve esta tarde, pero solo yo diviso estas diminutas gotas,

esas gotas que se encuentran siempre ahí, suspendidas en el aire,

nadie más se encarga de detenerse a observarlas,

gotas, redondas gotas heladas...

Me arrimo en un muro, en la esquina del lamento,

esperando la respuesta de una duda que no encuentro,

cavé muy hondo, en el pozo de agua dulce,

y chorreó una cascada del agua más salada del océano...