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31 de enero de 2013

La danza del litio

El susurro del oído, acarició su alma, estaba atónita, abrumada, regresó a ver el cuaderno de notas de su difunto álter ego, que había ya permanecido cinco años en un librero que quedaba en el pasillo al salir de su habitación. Sin dudarlo, dio tres pasos y ya estaba frente a él, detenidamente sacó la uña de su dedo índice y lo haló, dejando atrás una nube tenue de polvo blanco, aquel aroma disperso en el ambiente le hizo recordar los días en los que escribía las palabras que de aquella cabeza enredada podían salir.

De repente en su rostro se pudo rescatar un minúsculo rastro de una sonrisa que, hacía mucho tiempo nadie la había podido contemplar. No era una expresiva y el tiempo le había borrado el recuerdo de ese lado suyo, el que la gente le había obligado a arrancarse de la existencia, ese que verdaderamente lograba desentrañar un buen vivir, un parque cubierto de flores amarillas, de cuatro pétalos cada una y a veces cinco, ella las recordaba muy bien.

La gente había querido que el otro fuera, el lado que se fuera, pero por una mala jugada, la vida volcó todo el panorama en contra de las espectativas que principalmente los padres tenían con ella. Ellos afirmaban simplemente, querer lo mejor para su pequeña...

Buscaba con desesperación algo escrito entre las lineas, (que no se habían inmutado ni con el ciclo de la luna, ni con la danza del sol) no recordaba absolutamente nada de su otra persona, pero sabía que le había encantado algo que hacía tiempo que quería practicar; exacto, no sabía que era, pero lo quería hacer.

Había escuchado su propia voz, que le bisbiseaba -Yo te extraño ¿Qué, tú no a mi?- Entonces, después de haber estado dos horas en el suelo de madera caliente del pasillo ojeando entre páginas, se detuvo en una. -¿Qué hace niña?- Le preguntó la empleada doméstica, que justo pasó por el lugar, llevando la ropa recién lavada. Ella por otro lado, no estaba muy interesada en lo que ocurría a su alrededor, así que solo se detuvo durante unos pocos segundos para ver el rostro mulato de la señora y hacerse a un lado, para dejarle pasar.

Volvió a guardar el cuaderno en el librero, junto a un álbum de fotos que poseía de su niñez y al otro lado. un cuaderno, en donde construía su diario actual. Pasó toda la tarde ideándose cosas que solo ella podía comprender, había olvidado de tomar el litio ya dos días, sus padres le habían obligado a seguir tomando el medicamento, aun después de lo que el doctor le había recomendado, pues se suponía la enfermedad ya no existía (para ella, esta nunca fue una enfermedad). Por última vez, anotó algo entre los papeles que le rodeaban y se predispuso a hablar con su madre.

Mientras bajaba las gradas volvió a escuchar su voz, era una mujer que se acercaba riendo hacia donde ella estaba, pero no la podía ver. Entonces, entró a la cocina, donde su madre se encontraba y dijo -Mamá... quiero practicar ballet-

4 comentarios:

  1. Deseos similares, iguales épocas, niñas con sueños más perdidos que ellas mismas...
    Bien.

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  2. Simplemente esplendido como siempre.......saludos

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    Respuestas
    1. Gracias colega, un gran saludo igualmente para tí. (=

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