La chiquita fue suicidada, la chiquita fue
blanca,
Su negro pelo contrastaba con la piel
pálida y tibia y su gesto,
La niña poseía uvas, en lugar de ojos,
telescopios del alma,
Permanecía enrollada en los brazos majestuosos
de quien nunca conoció,
Escuchaba cantos para conciliar el sueño y
vivir por única vez.
Tiempo pasaba y aquella infante se sentaba
frente a una ventana,
La única ventana no tapiada de su hogar,
A ver el sol… a esperar su turno para
vivir,
Miraba sus manos detenidamente, estas eran
pequeñas,
del
tamaño de un pájaro aprendiendo a volar.
Pasó todo su día en aquella casita vieja,
al lado de su mejor amiga,
Empezó la soledad, cada vez más a menudo,
La semilla que le dio vida, simplemente,
dejó de tener su brillo,
Ella se sentía culpable, pero sin embargo
seguía,
Intentaba conseguir en los labios de los
demás, el reflejo de su sonrisa.
Entonces llegó la noche, la chiquita recordó
su pasado todo el tiempo,
Su corona un día cayó, no existió quien la
sepa volver a armar,
El vestido se iba ensuciando y el cabello
aclarando,
Los pies le dolían, el fango endureció,
Entonces supo que señora mentira existía, y
todos la practicaban.
La noche se apoderó de todo su alrededor,
incluso de ella,
Aunque intentó ser fuerte, no hubo rama que
detenga su caída hacia el abismo,
Se entregó al misterio de lo que no podía
ver en el final,
Poco a poco, su cuerpo también cambió,
Sus manos ya no eran como pájaros, le habían
sido cambiadas por grandes rocas.
Se convirtió en un bodrio abominable, negro
y hostil,
Lloraba en todas sus noches y veía en los
demás, la indiferencia que conocía,
Hasta ahora piensa, morirá igual, nadie
llorará por ella, lo sabe,
No le preocupa la presencia del social,
sabe que con un par de inviernos a su lado,
Bastará para que el panorama se vea limpio
de nuevo.
Se da lástima de sí misma, llora por
quienes la dejaron caer,
Llora en su palacio al verse transformada,
recuerda a su pequeña,
No la recuerda, tan solo tiene cuadros y el
vestido que solía vestir,
Llora por quienes la dejaron caer, llora
por ella,
Llora en su palacio al encontrar de sí, cenizas de la existencia de una chiquita.
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