Acostumbrada a la soledad

Hoy me veo acostumbrada a la soledad,
apasionada por el dolor y el frío,
individual hasta la muerte, 
me siento extraña, una extranjera más como Meursault.

Pocos somos los que nos comprendemos la soledad y seguimos queriendo estar alejados,
pocos anhelamos el amor utópico del adiós, el amor mudo, el amor callado, el amor cobarde,
y muchos somos los que nos odiamos, sabiendo lo que nos aturde y pasamos desentendidos.

¿Cuántos los días que ya no me llamas? ¿Que ya no me buscas?
¿Cuántos los días que no logro hallarme en la mera ausencia de luz?
¿Cuántos madre, cuántos los años malgastados, mientras algo ajeno rebuscas?

El infierno se ve dulce, tan cercano, bendito-maldito infierno,
la casualidad se une con el miedo y la des esperanza casi todos los días,
coinciden las palabras con el peso, bendito-maldito infierno
repelo a los ciervos, de eso no entienden los del cielo


Me falta el aire, poeta basura,
me faltan las personas, me faltan todos
extraño a todos...
Y estoy muy rodeada de gente
y estoy sola... 

Se siente en la garganta ese espesor del alma,
nostalgia y él no recuerda las palabras que meses atrás pronunciaba.
Maldigo a la suerte y la absurda esperanza,
estúpido pretexto para tener que mantenernos a los consientes en el suelo.
Te espero, o mejor dicho, me asesino a mi misma lento, con calma.

Brota una lágrima, ya no estoy para esos versos tan elaborados que hacía,
he dejado de pretender gustarme a mi misma,
porque tengo claro que me odio, y la imagen también,
entonces la vida se vuelve banal, y fría.

Todos quieren correr, todos quieren navegar en el aire,
yo quiero navegar en el aire, mas no quiero correr,
porque la vida se parte para mi misma en solo peso,
y yo la veo como levedad.

Me existo para mi misma y nada más que yo,
porque de cualquier forma no existe compañero que comprenda de lo que hablo,
no hay tal.

Ocurrió conmigo, lo que siempre tuve miedo que ocurra...